Con indignación, pero también con gran pena hemos leído el mensaje enviado al programa Pasaje a lo Desconocido por un coterráneo nuestro que responde al nombre de Oscar Cuevas Romeros, a propósito de la entrevista realizada por su realizador y conductor, el periodista Reinaldo Taladrid a la pedagoga y directora del Cenesex, Mariela Castro Espín, como preámbulo a la exhibición del documental Tabú.
Lo primero que lamentamos es que esa carta haya salido de unas de las ciudades de más alta espiritualidad y cultura del país—según asientan numerosos y rigurosos estudios—, y si a diario no estuviéramos en perenne contacto con cientos de personas de nuestra provincia y del resto de la isla cuyo pensamiento humanista y desprejuiciado nos llenan de satisfacción y esperanzas, podríamos pensar que el esfuerzo y las ilusiones de tantos años han sido en vano.
Por la fluidez con que emana su veneno y el lenguaje que usa en sus cavernarios argumentos, es evidente que Cuevas Romeros posee un nivel de instrucción suficiente como para conocer que la homosexualidad no es ni siquiera una opción o gusto, sino una manifestación natural más del ser humano desde los albores mismos de la humanidad, por lo que condenarla sería como condenar a unas personas por no tener el cabello rubio o ser simplemente de baja estatura (¿no nos recuerda esto a cierta ideología?).
Es tal la agresividad del santaclareño que arremete despiadadamente contra nuestro sistema de salud, del cual al parecer ha hecho un sondeo profundo mediante el cual ha podido «probar» que la mayoría decisiva de su trabajadores son homosexuales. Ante tal afirmación no puede dejar de activarse nuestra perspicacia y preguntarnos ¿cómo es que lo sabe? ¿por qué conoce tan bien ese mundo?. Tampoco podemos dejar de citar esa máxima popular de que los extremos se tocan, ni tampoco aquella aseveración leninista de que baste levantar la piel de un extremista para con seguridad encontrase con un oportunista. ¿Acaso tanto encono no será manifestación de miedo o frustración?
Tal vez lo mejor que le haya pasado al señor Oscar es no poder procrear, pues de haberle nacido un hijo homosexual seguramente hoy estaría en una casa de niños sin amparo filial que generosamente nuestro estado mantiene para aquellos desheredados del amor de sus progenitores.
Pero va más allá Cuevas Romero y embiste contra la directora del Cenesex, su irrespeto rebasa los límites de la discrepancia para entrar en el campo de la calumnia, quizás si revisáramos el código penal cubano encontráramos que tales diatribas están reconocidas en alguna figura delictiva.
No se si será ignorancia o sencillamente una malsana intención, pero conocido es de muchos que el centro que dirige Mariela Castro pose una exigua plantilla laboral y que buena parte de esos «millones de dólares que se gastan en campañas», que esas «divisas», ese «financiamiento», procede en la mayoría de los casos de donaciones de organizaciones que defienden los mismos derechos que defiende el Cenesex para las cubanas y cubanos, que si hubiera hecho «uso de la fuerza que le confiere el cargo» no tuviera que estar, a 22 años de creado el centro, luchando todavía por una tímida reforma del Código de familia y soñando que este tema esté algún día entre los debates de la Asamblea Nacional. Solo una mujer poseída por bondad y la ternura que caracterizan a Mariela Castro Espín podrá ganar esa batalla y no serán los gritos de las catacumbas más retrógradas de la historia los que la hagan cejar en el empeño.
Estamos concientes que la actitud de este preocupado habitante de Santa Clara no es aislada, que no son poco los que aún se mantienen en esta rancia y deshumanizada posición, recién nos llegan noticias desde Caibarién, donde a un excelente egresado de la Escuela de Economía de ese pueblo se le ha negado la posibilidad de ejercer la docencia por su condición de homosexual.
Los que trabajamos en El Mejunje conocemos la responsabilidad social que tenemos, que modestamente pero con perseverancia y convencimiento de causa estamos contribuyendo al ideal de país por el que hemos luchado, libre de odios y exclusiones, con todos y por el bien de todos. Las miles de personas de todas las edades y grupos sociales, que llegan semanalmente a nuestra acogedora y siempre abierta casa a encontrase y ser felices nos dan la razón para seguir.
Ojalá Oscar Cuevas Romeros y los que como él piensan solo sean tristes voces clamando en el desierto de la intolerancia y que sus alaridos sean opacados por el canto de los han optado por la felicidad.
El Mejunje, Santa Clara, 24 de enero de 2011
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