Isbel Díaz Torres
Como es habitual, las respuestas demoran. Ya han pasado varios días desde el voto de Cuba en la Asamblea General de las Naciones Unidas, a favor de eliminar las referencias directas a la orientación sexual en una resolución que condena las ejecuciones extrajudiciales, arbitrarias o sumarísimas. Este hecho ha despertado justa indignación de personas dentro y fuera de Cuba; sin embargo, aún no se conoce de ninguna respuesta oficial de lasinstituciones estatales interpeladas.
Yo personalmente ni siquiera sabía que mi país firmaba esta resolución periódicamente, por lo que la noticia, en principio, me alegra. Ahora, la enmienda que en esta ocasión se ha aprobado para modificar la resolución es bien grave. No pienso que tenga una repercusión directa para la comunidad LGBT cubana (si es que tal cosa existe… pues cuando uno piensa en comunidad se imagina una mínima organización alrededor de un consenso determinado).
Digo que no veo una repercusión directa, pero sí una indirecta: si los decisores (esos seres invisibles que tienen en su voz la voz de todo el pueblo ¿?) y expertos en estas áreas han optado por este camino, podemos imaginar que nuestras tímidas aspiraciones de un reconocimiento legal para las uniones diferentes a las heterosexuales (ni siquiera se habla de matrimonio) están bien lejos de realizarse.
Claro, no habría que alarmarse tanto cuando nuestra ministra de justicia al ser entrevistada hace algunos meses demostró no estar al tanto de las propuestas de modificación de nuestro Código de Familia. Las Jornadas de Lucha Contra la Homofobia que cada mes de mayo hemos venido celebrando parecen no ser suficientes, sobre todo cuando del otro lado hay “oídos sordos” al reclamo de un sector importante de la ciudadanía cubana. Habrá que profundizar la lucha, pienso yo.
Por otra parte, si nos apropiamos de la frase martiana “Patria es humanidad”, entonces las consecuencias para una persona homosexual en Emiratos Árabes Unidos deberían de importarnos a los gays y no gays en esta isla del Caribe. Saber que aún hoy existen países que persiguen y sancionan con los más severos castigos (llegando al asesinato) a seres humanos por el simple de hecho de amar a otro de su
mismo sexo, es indignante. Colocarnos al lado de estos países en estos temas es, cuando menos, bochornoso.
Las referencias directas que han sido ahora excluidas, protegían de algún modo a un sector de la población LGBT que en varios países carecen de protección alguna en sus constituciones, y cuyos roles, orientaciones o preferencias sexuales son criminalizados con total impunidad. Después de esta votación, estos gobiernos han recibido un espaldarazo para la continuación de tales prácticas.
Desconozco los mecanismos de funcionamiento de las Naciones Unidas, no obstante exijo que nuestra delegación allí rectifique su voto (aún cuando esto no cambiara la enmienda), y se informe al público cubano de estos hechos. Las posturas éticas no necesitan de tanto protocolo, y eso lo hemos aprendido de nuestros mismos emisarios allá en la ONU, que históricamente han ido a contracorriente cuando hansentido que nos asistía la razón.
Como es habitual, las respuestas demoran… y es posible que no lleguen. Eso también es habitual. El CENESEX y la SOCUMES han publicado una declaración útil, pues nos ha informado de lo sucedido y ha anotado que Cuba “se suma al voto del grupo de países que contemplan a la homosexualidad como un delito”. Aunque el texto solo constata el hecho y no lo condena de manera explícita, pienso que es un síntoma alentador saber de la preocupación (y ocupación) de estas instituciones cubanas sobre el tema en cuestión. Leyendo entre líneas comprendemos que han tomado distancia de la postura del MINREX, algo bastante inédito en nuestra realidad.
Por eso las personas con una sexualidad diferente a la hegemónica debemos decidirnos ya a coordinar nuestras acciones, de manera que estas tengan la fuerza necesaria para influir verdaderamente en el rumbo y alcance de las transformaciones que deseamos para nosotr@s. L@s que sentimos la discriminación sobre nuestros hombros, debemos autorganizarnos, según nuestras propias lógicas e intereses.
Puede partir de un cine-club, un grupo de amig@s, promotores de salud, un blogger, activistas gays, grupos como OREMI o HxD, proyectos editoriales como NotiG, instituciones como CENESEX y SOCUMES, personas heterosexuales (que hay muchas); tod@s, con mirada crítica hacia lo que nos rodea, hacia quienes tenemos al lado, y hacia nosotros mismos, sin autocomplacencia pero respetándonos, debemos armar esa sociedad LGBT que necesariamente forzará los cambios que se precisan. La palabra forzará no es gratuita; tengo la convicción de que los derechos no se mendigan, se exigen, se conquistan. Esta situación es una oportunidad quizás para un paso más largo y profundo.
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